Desfile de moda Mihara Yasuhiro Otoño Invierno 2025-26

Mihara Yasuhiro llevó su característica sensibilidad poco convencional a París para su colección Otoño-Invierno 2025-2026, una oda a la complejidad y el caos de la vida moderna que invita a la reflexión. Escenificado en un almacén subterráneo de hormigón, el ambiente distópico del espectáculo fue amplificado por el rapero francés Take A Mic, que actuó en directo desde un escritorio de oficina en la cabecera de la pasarela, marcando la pauta de un cartel que difuminó los límites entre la ropa de trabajo, la nostalgia y el surrealismo.

Inspirado por el ritmo acelerado de la vida diaria, Mihara reflexionó entre bastidores sobre cómo la era digital ha remodelado sus rutinas matutinas y, por extensión, los ritmos de la existencia. Esta introspección se tradujo en prendas que abrazaban la imperfección y el desorden, encarnando un mundo en el que las piezas no encajan del todo, pero ese es exactamente el punto.

Las modelos aparecieron con ropa de trabajo desgastada que parecía reutilizada para un viaje distópico. Las corbatas se superponían sobre camisas de mezclilla desteñidas, los pantalones cargo lavados con ácido venían sobrecargados con cremalleras y bolsillos, y los blazers de pana desgastados insinuaban una especie de uniforme de oficina postapocalíptico. Los detalles deconstruidos, la marca registrada de Mihara, brillaron en todas partes: las mangas de las camisas a cuadros y las bombers fueron amputadas y reimaginadas como bufandas, mientras que los jeans con cinturas asimétricas se volvieron funcionales con solapas laterales del tamaño de una baguette.

La ropa de abrigo era igualmente poco convencional, con abrigos de los que brotaban mangas adicionales y vestidos cubiertos de borlas que envolvían al usuario en capas en cascada. El lado juguetón de Mihara resurgió en accesorios como sus ahora icónicos bolsos de dinosaurio de cuero y sus caprichosos bolsos con mango de plátano, inyectando humor a la estética caótica y sucia.

A pesar de la cacofonía de telas, formas e ideas, el uso reflexivo del color de Mihara proporcionó equilibrio. Los tonos apagados (vaqueros desteñidos, marrones terrosos y cuadros desteñidos) unieron la colección, asegurando que el caos siguiera teniendo un propósito. El resultado fue una narrativa cohesiva que abarcó las realidades desordenadas de la vida contemporánea.

“En las últimas temporadas, poco a poco me he dado cuenta de que es más interesante cuando las piezas del rompecabezas no encajan”, explicó el diseñador. Este espíritu era evidente en cada look, desde las capas desordenadas hasta la construcción de patchwork. Es un reflejo de la vida tal y como la ve Mihara: complicada, imperfecta, pero innegablemente auténtica.

Con esta colección, Mihara Yasuhiro sostuvo un espejo frente al mundo, abrazando sus contradicciones y complejidades con humor, arte y una rebelión tranquila y segura. Messy nunca se vio tan convincente.

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