La decisión de Joseph Altuzarra de celebrar su desfile Otoño-Invierno 2025/26 en su sede de Woolworth Building fue más que una elección logística: fue una rebelión silenciosa contra la naturaleza espectacular de la moda contemporánea. Al despojarse de la teatralidad de las producciones a gran escala, Altuzarra volvió a centrar la atención en la esencia de su trabajo: la artesanía, la individualidad y una visión evolutiva de la feminidad.
Esta temporada, continuó alejándose de las narrativas temáticas abiertas, optando en su lugar por desarrollar piezas independientes que resuenan a nivel personal. El reto de este enfoque es mantener la coherencia, pero Altuzarra logró un equilibrio entre tendencias reconocibles y firmas distintivas. El desfile se abrió con un abrigo capa azul marino, una prenda omnipresente en las colecciones recientes, pero aquí, reinventada con mangas ocultas para mayor practicidad. Del mismo modo, un par de vestidos de noche de gasa estampados destacaron no solo por sus siluetas diáfanas, sino también por los chales a juego que caían elegantemente alrededor de los hombros, una referencia inesperada de la alfombra roja al vestido Prada lavanda de Uma Thurman de la década de 1990.
Más allá de estas piezas clave, la colección tenía un trasfondo de desafío. La sastrería estructurada suavizada con drapeados fluidos, texturas ricas yuxtapuestas con telas vaporosas: cada look encarnó el enfoque preciso pero intuitivo de Altuzarra para vestir a las mujeres. Como ya es tradición, cada invitado recibió un libro con imágenes recortadas en su interior para insinuar las inspiraciones del espectáculo. Esta vez, se trataba de Cumbres borrascosas, el tormentoso clásico de Emily Brontë, que pronto sería adaptado al cine por Emerald Fennell. La elección fue adecuada: al igual que los temas perdurables de la novela sobre la pasión y la resiliencia, los diseños de Altuzarra continúan explorando una visión atemporal y profundamente personal de la fuerza y la feminidad.