Yuima Nakazato presentó una colección de Alta Costura Otoño-Invierno 2025-2026 profundamente poética, un estudio matizado de contrastes y fragilidad. Inspirado por un reciente viaje a Finlandia con el bailarín Evgeny Ganeev, donde exploraron fotografiar la piel desnuda en un frío extremo, el diseñador conceptual japonés dirigió su mirada hacia el papel fundamental de la ropa: proteger el cuerpo humano de su entorno. Este concepto fundacional impregnó la colección, con impresiones a gran escala de las imágenes de la expedición finlandesa que adornan algunas de las piezas de sastrería.
La visión de Nakazato reunió elementos aparentemente opuestos. Un llamativo vestido de cota de malla, con un acabado plateado envejecido, se movía con un tintineo audible, su apariencia de fuerza metálica desmentida por su delicada composición cerámica. Este motivo metálico se extendió a las joyas y tocados del diseñador, que incluían máscaras faciales de otro mundo, que insinuaban su trabajo de vestuario, y creaciones en forma de concha ingeniosamente ahuecadas sobre un pecho.
La interacción de la fragilidad y la fuerza se exploró aún más a través de prendas en las que las cadenas de lana y metal se tejían a mano. La paleta de colores de la colección se inspiró en paisajes helados, manifestándose en telas holográficas semitransparentes. Estos materiales se cortaron meticulosamente en pedazos y se colocaron en capas tridimensionales, que recuerdan a las branquias, sostenidos por intrincadas estructuras de alambre y pequeños sujetadores, creando una sensación dinámica de movimiento y profundidad.
Las piezas de sastrería presentaban cortes diagonales precisos, unidos por cierres de cremallera funcionales. Los paneles tipo chaleco se abotonaron de forma innovadora sobre la sastrería alargada, permitiéndose agitar libremente, mientras que los detalles de plastrón protector reforzaron el tema central de la colección de salvaguardar el cuerpo.
La presentación del desfile fue tan conceptual como la propia colección. Mientras las modelos desfilaban por la pasarela, el espacio central fue ocupado por Nakazato y Ganeev. En una poderosa actuación, el diseñador recuperó cuatro cuencos de cerámica suspendidos en lo alto, volcando su contenido de tinta sobre un sudario blanco prístino que envolvía el cuerpo de la bailarina. A medida que las manchas oscuras se extendían, Ganeev se retorció en una muestra visceral de emoción antes de levantarse, llevándose consigo tiras de la tela ahora deslustrada que bailaban alrededor de su forma, reflejando las construcciones de tela tridimensionales que se ven en toda la colección. Este evocador final subrayó los temas de la colección sobre la vulnerabilidad, la transformación y la interacción entre el cuerpo y sus capas protectoras.